09 Ene Entrevista a Miguel Ángel Royo: «Abrir la puerta al mercado a un producto adictivo me parece muy arriesgado. Hay que ser cautos»
Miguel Ángel Royo es especialista en medicina preventiva y salud pública, doctor en medicina por la Universidad Autónoma de Madrid y jefe de estudios de la Escuela Nacional de Sanidad, donde dirige el máster en salud pública, además de profesor de la UNED. Sus campos de investigación giran en torno a la evaluación de políticas alimentarias, como la regulación de la publicidad, los precios (impuestos y subsididos) o el etiquetado alimentario, los conflictos de intereses y la captura corporativa de las políticas de salud pública, los conflictos éticos en salud pública y la epidemiología y prevención de la obesidad infantil. Royo estuvo en el Congreso Internacional sobre cannabis y sus derivados coorganizado por Socidrogalcohol.
Pregunta. ¿Qué hemos aprendido de las políticas sobre alcohol en relación a la salud pública? ¿Y del tabaco?
Respuesta. Lo que más destacaría son las resistencias con las que nos encontramos cuando proponemos políticas para prevenir conductas no saludables en menores y en personas adultas. Las industrias utilizan para ello las estrategias de captura corporativa: intelectual, social, cultural y material.
Todas responden a acciones intencionadas. Por ejemplo, con tácticas para sesgar resultados científicos en detrimento de la salud pública, mediante el pago a investigadores para que elaboren estudios financiados por la industria (captura intelectual). Numerosas investigaciones han demostrado que los resultados de estos estudios están sesgados a favor de los intereses de las industrias financiadoras. Otra táctica de captura intelectual consiste en controlar la formación de los profesionales, incluyendo mensajes relativos al consumo moderado de productos perjudiciales para la salud, como el alcohol o bebidas azucaradas, y sus supuestos beneficios, etc.
La captura social estaría relacionada con la publicidad intensiva y sofisticada de los productos perjudiciales para la salud, que se presentan asociados a emociones positivas y, en ocasiones, con un aura saludable. Otra táctica de captura social es la mal llamada responsabilidad social corporativa, mediante la cual determinadas compañías se esfuerzan en trasladar la impresión de que están colaborando en la resolución de un problema para ocultar que en realidad son parte del mismo. En esa línea, se proponen colaboración público-privadas y medidas meramente educativas, apelando a la responsabilidad individual de las personas, o de autorregulación que no sirven para resolver el problema, evitando así que se pongan en marcha políticas realmente efectivas. Con estas tácticas, buscan poner a la sociedad del lado de sus intereses privados.
La captura culturas y material consiste en todas las acciones de influencia y presión que se ejercen sobre los políticos o los funcionarios de alto rango responsables de las políticas de salud pública, con el objeto de evitar la regulación de sus productos o conseguir una regulación favorable a sus intereses (por ejemplo: que no se toquen los precios). Lo vimos en el tabaco, con el alcohol y lo empezamos a ver al cannabis.
P. Ha hablado también de las bebidas azucaradas…
R. Sí. La primera diferencia es la capacidad adictiva. La capacidad adictiva del tabaco es enorme. Por orden colocaría al tabaco, el alcohol y las bebidas azucaradas. A nivel de salud pública, se producen 8 millones de muertes al año en el mundo por el tabaco. El alcohol también tiene un impacto muy importante en salud y a nivel social (violencia, accidentes de tráfico, problemas familiares y laborales); y la bebidas azucaradas, que aportan calorías vacías, aumentan el riesgo obesidad y enfermedades cardiovasculares, cáncer por la obesidad, , etc.
P. ¿Es necesario cambiar primero la percepción de riesgo de la población respecto a la sustancia antes que ponerse a marcar líneas legislativas?
R. Por ejemplo, con el tabaco hemos conseguido una percepción muy alta del riesgo, no solo porque sea el asesino número uno de hábitos de consumo, o el número dos si consideramos también los factores de riesgo metabólicos, solo superado por la hipertensión arterial, sino también porque no tienen ningún efecto beneficioso para la salud. O sea, no hay forma de que nadie pueda atribuir nada positivo para la salud al tabaco. Con el alcohol esto ha estado en cuestión durante mucho tiempo. Ha habido muchos estudios y todavía hay profesionales que atribuyen ciertos beneficios a una cantidad moderada de alcohol, un mensaje que hace mucho daño a la salud pública, porque ahí se diluye todo y el mensaje central de salud pública se pierde, confundiendo a la población. Eso altera la percepción del riesgo y la capacidad para tomar medidas. La misma estrategia de comunicación y marketing se está usando ya para decir que hay beneficios de los derivados del uso del cannabis, por ejemplo, el consumo moderado, etc.
Con el tabaco no hay dudas. El Convenio Marco para el Control del Tabaco, ratificado por 177 países, es el primer tratado internacional vinculante para proteger la salud de las personas en respuesta a la epidemia de tabaquismo. Muchos países se están comprometiendo con la estrategia de punto final al tabaco (endgame), cuyo objetivo es acabar con el consumo de tabaco en 2040 (prevalencia de tabaco por debajo del 5%) y conseguir que las nuevas generaciones estén libres de esta plaga. Si se abre la puerta al cannabis, se está abriendo al mismo tiempo una brecha en la lucha contra el tabaco, porque más del 90% de los consumidores del cannabis lo fuman mezclado con tabaco.
P. ¿Sería un problema legislar el cannabis?
R. Sería un problema de salud pública, por lo que supone de normalización del consumo y porque facilita el acceso al mismo. Asimismo, como he mencionado antes, es un elemento disruptivo también en la lucha contra la lacra del tabaco, porque el objetivo que tenemos en salud pública ahora mismo es el de avanzar hacia la desaparición del tabaquismo en el mundo.
P. ¿Es necesaria mayor evidencia científica para poder legislar? Porque con el alcohol y el tabaco la evidencia es extensa, pero no lo es con el cannabis, o no tanto.
R. La cuestión es que la legislación que se está planteando es abrir la puerta a legalizar el mercado del cannabis. Si se legaliza tendría que ser con unas precauciones que no se están tomando en consideración. Tenemos datos científicos de sobra para saber que el cannabis es perjudicial para la salud, que tiene efectos a largo plazo graves y especialmente en los jóvenes, tenemos los datos científicos de sobra para aplicar el principio de precaución. El consumo de cannabis en personas sanas no tiene ningún beneficio y sí graves riesgos para la salud, en particular para la salud mental de los jóvenes. Otra cosa es el uso de los derivados del cannabis en determinadas patologías y enfermedades. Pero eso tiene su propia regulación, con sus medicamentos aprobados siguiendo los criterios de cualquier otra intervención, previa realización de estudios que demuestren sus efectos.
Abrir la puerta al mercado a un producto así, una droga bastante adictiva, que se consume mezclada con tabaco, y con efectos perjudiciales para la salud, algunos muy graves (sobre todo en jóvenes), pues me parece muy arriesgado y que hay que ser muy cautos con eso.
Antes de dar un paso así, sería necesario que tuviésemos un convenio internacional, como tenemos con el tabaco, para garantizar que la industria del cannabis no puede ejercer ninguna influencia sobre la regulación del mismo, que el proceso estará controlado, que no se abrirá ninguna puerta a la publicidad directa o indirecta, que solo será accesible a adultos en entornos de producción, distribución y consumo controlados, sin ánimo de lucro, previa información de todos sus efectos, y que vamos a poder garantizar que los menores no pueden acceder al mismo. Habría que tener muchas cosas atadas para proteger eficazmente la salud pública.
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